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viernes, 18 de octubre de 2013

REFLEXIONES DE OSHO

     Así que llénate de plegaria. Cuando toques el cuerpo de una persona llénate de plegaria, como si el mismo Dios estuviera allí y tú tan sólo lo estuvieras sirviendo. Fluye con la energía. Y cuando quiera que veas que el cuerpo fluye y que la energía crea un nuevo modelo de armonía, sentirás un deleite como nunca antes habías sentido. Entrarás en profunda meditación.

    Aprende la técnica, después olvídala. Entonces simplemente siente y muévete con tu sentimiento. Cuando aprendes profundamente ese arte, el noventa por ciento del trabajo lo hace el amor, el diez por ciento la técnica. Simplemente un mero contacto, un contacto amoroso, y algo se relaja en el cuerpo.

   El masaje es algo que se puede empezar a aprender pero nunca se acaba de hacerlo. Se sigue y se sigue y continuamente la experiencia se torna más y más profunda, y más y más elevada. El masaje es uno de los artes más sutiles; y no es sólo cuestión de experiencia. Es más una cuestión de amor.
    Si amas y sientes compasión por la otra persona y percibes el valor esencial que posee, si no la tratas como un mecanismo que hay que arreglar sino como una energía de inmenso valor, si estás agradecido de que confíe en ti y de que te permita tocarla y jugar con su energía, entonces, con el tiempo, sentirás como si estuvieras tocando un órgano. El cuerpo entero se convierte en las teclas del órgano y tú puedes sentir la armonía que se va creando en su interior. No sólo recibirá ayuda la persona sino también tú.
      El masaje es necesario en el mundo porque el amor ha desaparecido. Hubo un tiempo en que bastaba el mero contacto entre los amantes. Una madre tocaba al niño, jugaba con su cuerpo, y eso era masaje. El marido jugaba con el cuerpo de su mujer y eso era masaje; era suficiente, más que suficiente. Era en parte una profunda relajación y en parte amor. Pero eso ha desaparecido del mundo. Con el tiempo hemos olvidado dónde tocar, cómo tocar, cuán profundamente tocar. De hecho, el contacto es uno de los lenguajes más olvidados. Hemos llegado a sentir casi desagrado al tocar, porque hasta la propia palabra ha sido corrompida por la llamada gente religiosa. Ellos le han dado un color sexual. La palabra se ha tornado sexual y la gente le ha tomado miedo. Todo el mundo está en guardia para evitar ser tocado, a menos que uno lo permita. Ahora, en occidente, se ha llegado al otro extremo. El contacto y el masaje se han vuelto sexuales. Ahora el masaje no es más que una cobertura, una tapadera para la sexualidad. De hecho, ni el contacto ni el masaje son sexuales. Son funciones del amor. Cuando el amor cae de sus alturas se convierte en sexo, y entonces se convierte en algo feo.
           Mientras des masaje, sólo masajea. No pienses en otras cosas, porque son distracciones. Se consciente de  tus dedos y en tus manos como si todo tu ser, toda tu alma estuviera ahí. No permitas que sea sólo un tocar el cuerpo. Toda tu alma se introduce en el cuerpo del otro, lo penetra, relaja los más profundos complejos. Y haz de ello un juego. No lo hagas como si fuera un trabajo; haz de ello un entretenimiento y tómatelo como una diversión. Ríe y permite que el otro ría también.
           Dar masaje es entrar en relación con la energía del cuerpo de algún otro y sentir lo que falta, sentir dónde el cuerpo está fragmentado y hacer de él un todo… ayudar a que la energía del cuerpo no sea ya fragmentaria, no sea ya contradictoria. Si las energías del cuerpo se van alineando y convirtiendo en una orquesta armónica, entonces has tenido éxito.
            Así que sé muy respetuoso con el cuerpo humano. Es el santuario mismo de Dios, el templo de Dios. Así que con profunda reverencia, en oración, aprende tu arte. Es una de las grandes cosas a aprender.

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