Así que llénate de plegaria. Cuando toques
el cuerpo de una persona llénate de plegaria, como si el mismo Dios estuviera
allí y tú tan sólo lo estuvieras sirviendo. Fluye con la energía. Y cuando
quiera que veas que el cuerpo fluye y que la energía crea un nuevo modelo de
armonía, sentirás un deleite como nunca antes habías sentido. Entrarás en
profunda meditación.
Aprende la técnica, después olvídala.
Entonces simplemente siente y muévete con tu sentimiento. Cuando aprendes
profundamente ese arte, el noventa por ciento del trabajo lo hace el amor, el
diez por ciento la técnica. Simplemente un mero contacto, un contacto amoroso,
y algo se relaja en el cuerpo.
El masaje es algo que se puede empezar a
aprender pero nunca se acaba de hacerlo. Se sigue y se sigue y continuamente la
experiencia se torna más y más profunda, y más y más elevada. El masaje es uno
de los artes más sutiles; y no es sólo cuestión de experiencia. Es más una
cuestión de amor.
Si amas y sientes compasión por la otra
persona y percibes el valor esencial que posee, si no la tratas como un
mecanismo que hay que arreglar sino como una energía de inmenso valor, si estás
agradecido de que confíe en ti y de que te permita tocarla y jugar con su
energía, entonces, con el tiempo, sentirás como si estuvieras tocando un
órgano. El cuerpo entero se convierte en las teclas del órgano y tú puedes sentir
la armonía que se va creando en su interior. No sólo recibirá ayuda la persona
sino también tú.
El masaje es necesario en el mundo porque
el amor ha desaparecido. Hubo un tiempo en que bastaba el mero contacto entre
los amantes. Una madre tocaba al niño, jugaba con su cuerpo, y eso era masaje.
El marido jugaba con el cuerpo de su mujer y eso era masaje; era suficiente,
más que suficiente. Era en parte una profunda relajación y en parte amor. Pero
eso ha desaparecido del mundo. Con el tiempo hemos olvidado dónde tocar, cómo
tocar, cuán profundamente tocar. De hecho, el contacto es uno de los lenguajes
más olvidados. Hemos llegado a sentir casi desagrado al tocar, porque hasta la
propia palabra ha sido corrompida por la llamada gente religiosa. Ellos le han
dado un color sexual. La palabra se ha tornado sexual y la gente le ha tomado
miedo. Todo el mundo está en guardia para evitar ser tocado, a menos que uno lo
permita. Ahora, en occidente, se ha llegado al otro extremo. El contacto y el
masaje se han vuelto sexuales. Ahora el masaje no es más que una cobertura, una
tapadera para la sexualidad. De hecho, ni el contacto ni el masaje son
sexuales. Son funciones del amor. Cuando el amor cae de sus alturas se
convierte en sexo, y entonces se convierte en algo feo.
Mientras des masaje, sólo masajea.
No pienses en otras cosas, porque son distracciones. Se consciente de tus dedos y en tus manos como si todo tu ser,
toda tu alma estuviera ahí. No permitas que sea sólo un tocar el cuerpo. Toda
tu alma se introduce en el cuerpo del otro, lo penetra, relaja los más
profundos complejos. Y haz de ello un juego. No lo hagas como si fuera un trabajo;
haz de ello un entretenimiento y tómatelo como una diversión. Ríe y permite que
el otro ría también.
Dar masaje es entrar en relación
con la energía del cuerpo de algún otro y sentir lo que falta, sentir dónde el
cuerpo está fragmentado y hacer de él un todo… ayudar a que la energía del
cuerpo no sea ya fragmentaria, no sea ya contradictoria. Si las energías del
cuerpo se van alineando y convirtiendo en una orquesta armónica, entonces has
tenido éxito.
Así que sé muy respetuoso con el
cuerpo humano. Es el santuario mismo de Dios, el templo de Dios. Así que con
profunda reverencia, en oración, aprende tu arte. Es una de las grandes cosas a
aprender.