Ayer fue un día muy especial, por fin pude disfrutar
de un regalo fantástico que recibí por parte de mi pareja por mi cumpleaños.
La mañana era
fresca y soleada, una típica mañana otoñal. Un día que esperaba con mucha
ilusión, nos dirigimos mi mujer y yo al Balnerio-Spa Domus Aurea en la
localidad toledana de Carranque. Un pueblo muy especial, donde se conservan las
ruinas de una milenaria villa romana.
Disfrute de nada más y nada menos de dos horas de un circuito hidro-termal maravilloso, jacuzzis, termas romanas muy bien ambientadas con agua fría, templada y caliente, con su sauna, al igual que su sauna finesa, iglú y baños turcos. Una fiesta para el cuerpo, la mente y cómo no, el espíritu. Tras finalizar ese tiempo enriquecedor, llego la hora tan ansiada. El masaje…
Como masajista, a veces nos olvidamos de recibir aquello que tanto damos a diario en nuestro trabajo, profesión y vocación.
Me tumbe, me
relaje e intente que mi mente no me traicionará y analizará o tal vez juzgara a
la masajista que me iba a realizar el masaje, intente dejar esa deformación
profesional que a veces nos traiciona. Tengo que confesar que al principio estaba
más pendientes de cada unos de sus pasos, maniobras e intentando descifrar el
tipo de masaje que estaba recibiendo, sacando mil y un peros… al final me rendí
y me deje llevar y sentí con deleite como sus manos recorrían cada parte de mi
cuerpo, dejando un reguero de sensaciones e inundándome de relax, placer y
sensaciones que había olvidado, reencontrándome con mi vocación y el arte al
que me debo.
Una experiencia
maravillosa del cual me dejo solo una duda, una pregunta ¿Cómo sentiría en mi
cuerpo mis masajes?
¡Gracias a la masajista del Domus Aurea, por hacerme sentir con sus manos lo que hace tan especial nuestra profesión!
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