En
una ocasión, mi querido maestro y profesor Juan, nos comento en una de sus
clases de anatomía, una frase que nunca olvidare y lleno la clase de risas e
insinuaciones, dijo con contundencia: * Lo que pasa sobre la camilla, se queda
en la camilla *
En
esta entrega, te contaré anónimo lector de mi blog, uno de los grandes secretos
del mundo del masajista, anécdotas que se quedan en la camilla, y hoy… las
desvelo.
No
cabe duda que el masaje, es una terapia a través del tacto, de la piel, y ese
contacto tan directo, crea sensaciones, emociones y un sinfín de reacciones que
en un ambiente de relajación e intimidad dan paso a la reacción instintiva e incontrolada
de nuestro cuerpo…
-¡Ojala
pudiera ver la cara del lector ahora mismo!
Algunos
sucesos tienen un punto inocente, cuando empiezan a roncar, porque sencillamente
se han quedado dormidos, y tengo la tentación de irme y dejarles allí, tan a gusto.
Otros masajeados empiezan a gemir y hacer ruidos de placer, donde uno no sabe que
hacer y se limita a seguir con su trabajo y el punto culminante es cuando
alguna masajeada exclama en una voz muy sensual y en forma de susurro: -- ¡Què
rico! … ¡Sigue!
Sin lugar a dudas momentos indecentes o tal vez, exclamaciones donde ves recompensado de forma sincera tu masaje, un masaje que pasa de ser terapéutico a ser sublime y gozoso.
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