Veinte años, un instante
lejano en el recuerdo, en lo más profundo de nuestro ser, parece que ese momento
se ha esfumado, pero esta muy presente en mi.
Este año, en junio para ser
más exactos, llega una fecha especial
para mi, ha pasado solo veinte años de
mi primer curso de quiromasaje, desde entonces son muchos los masajes, muchas
las horas y muchas las personas que se han tumbado en mi vieja camilla.
Son miles las sensaciones,
experiencias y anécdotas…
Quiero dedicar esta entrada
a todas y cada una de las personas que han confiado en mi, en mis manos, mis
conocimientos y mi experiencia, y muy especialmente a mi madre, porque siempre ha
creído en lo que hago, a mi primer maestro
Juan Prado del centro Hipócrates de Madrid del que tanto he aprendido, al sabio
y para mi primer masajista de la historia Avicena y a Virginia por tantas cosas…
Sigo aprendiendo con cada
rocé, cada amasado con cada ser que se tumba en mi camilla.
El masaje es mi vida, mi
pasión, un arte del que hoy en día aún sigo aprendiendo…